Conociendo tu reflejo...
Sábado, 27 de noviembre
Viniste como más de una vez, a "interrumpir" algún trabajillo que preparaba durante el fin de semana con tu mirada. Recogida entre los brazos de mi madre, te quedabas mirándome ensimismada, aún no sé si por el jersey de colorines que vestía en ese momento, o por el portátil, que llamaba intensamente tu atención. Pero hoy no venías a robarme mi preciado Homer de peluche para que jugase contigo en la manta que mi madre solía tenderte en el salón para que gateases. Hoy venías a enseñarme algo de nuevo...
Te habían regalado tu primer vestidito de pastora y mi madre se empeñaba en anudarte el vistoso pañuelo rojo en la cabeza. Parecía que a tí eso de que te "trasteasen" la cabeza de un lado para otro no te hacía demasiada gracia y a mi madre le costó más de un forcejeo conseguir que no te lo quitases. Como cuando tu mamá se empeñaba en que te pusieses los zapatitos nuevos con hebillas "de niña grande", que tu te quitabas en un segundo. No entendías para qué tanto atavío... si siempre eras la misma. Si siempre eras Paula...
Pero la verdad es que estabas encantadora con ese precioso pañuelo en la cabeza, resaltaba tus ojos... y queríamos que tú también vieses lo guapa que estabas.
Nunca te habías reconocido en un espejo: mirabas, extrañada, muy detenidamente la imagen. Pero no terminabas de entender...
Hoy, con tu nuevo pañuelo, has extendido el brazo hasta la imagen que has reflejado y parece que has comprendido que eras tú, porque has sonreído admirada de lo guapa que estabas.
Ya has aprendido algo nuevo que todos hacemos a diario: reconocernos y aceptarnos, tal y como somos. Porque, ¿sabes?, todos tuvimos nuestros primeros "zapatos de niña grande" y pañuelos rojos que confundieron por un momento nuestra esencia, lo que somos en realidad; y a todos, aún cuando somos mayores, a veces nos cuesta reconocernos en el espejo y aceptar lo que vemos.
Sonríe siempre a tu reflejo, pequeña. Es muy importarse quererse y aceptarse al comienzo de cada día, por muy gris que sea y aunque no nos reconozcamos del todo. Recuerda que, pase lo que pase, siempre serás nuestra Paula, aunque la imagen del espejo sea difusa.
Te quiere, tu madrina
Viniste como más de una vez, a "interrumpir" algún trabajillo que preparaba durante el fin de semana con tu mirada. Recogida entre los brazos de mi madre, te quedabas mirándome ensimismada, aún no sé si por el jersey de colorines que vestía en ese momento, o por el portátil, que llamaba intensamente tu atención. Pero hoy no venías a robarme mi preciado Homer de peluche para que jugase contigo en la manta que mi madre solía tenderte en el salón para que gateases. Hoy venías a enseñarme algo de nuevo...
Te habían regalado tu primer vestidito de pastora y mi madre se empeñaba en anudarte el vistoso pañuelo rojo en la cabeza. Parecía que a tí eso de que te "trasteasen" la cabeza de un lado para otro no te hacía demasiada gracia y a mi madre le costó más de un forcejeo conseguir que no te lo quitases. Como cuando tu mamá se empeñaba en que te pusieses los zapatitos nuevos con hebillas "de niña grande", que tu te quitabas en un segundo. No entendías para qué tanto atavío... si siempre eras la misma. Si siempre eras Paula...
Pero la verdad es que estabas encantadora con ese precioso pañuelo en la cabeza, resaltaba tus ojos... y queríamos que tú también vieses lo guapa que estabas.
Nunca te habías reconocido en un espejo: mirabas, extrañada, muy detenidamente la imagen. Pero no terminabas de entender...
Hoy, con tu nuevo pañuelo, has extendido el brazo hasta la imagen que has reflejado y parece que has comprendido que eras tú, porque has sonreído admirada de lo guapa que estabas.
Ya has aprendido algo nuevo que todos hacemos a diario: reconocernos y aceptarnos, tal y como somos. Porque, ¿sabes?, todos tuvimos nuestros primeros "zapatos de niña grande" y pañuelos rojos que confundieron por un momento nuestra esencia, lo que somos en realidad; y a todos, aún cuando somos mayores, a veces nos cuesta reconocernos en el espejo y aceptar lo que vemos.
Sonríe siempre a tu reflejo, pequeña. Es muy importarse quererse y aceptarse al comienzo de cada día, por muy gris que sea y aunque no nos reconozcamos del todo. Recuerda que, pase lo que pase, siempre serás nuestra Paula, aunque la imagen del espejo sea difusa.
Te quiere, tu madrina
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DuNa -