Recordándote...
Hoy quisiera hacer una parada en mi memoria para recordarte, aunque sólo sea un poquito...
A Andrés lo recuerdo ligeramente azulado, difuminado en sus detalles y duramente perfilado en la mayoría de sus rasgos. Lo recuerdo diferente, intensamente atrayente y siempre vestido de negro, incluso regañándome cuando parecía haberlo abandonado en mi mundo de color. Enamoradizo hasta la médula, recuerdo la casualidad que nos unió y que a mitad del viaje me abandonó, aunque parece que a tí aún te acompaña, vestida de sol...
Lo recuerdo envuelto en una canción de los ochenta, tatareando una canción de Sabina o hablando de Calamaro y los Rodríguez con los ojos llenos de nostalgia, pincelados de un entusiasmo del que no ha vivido un tiempo irremplazable, del que se ha equivocado de día al nacer y ya no puede dar marcha atrás.
Lo recuerdo bajando...subiendo...volviendo a bajar... subiendo de nuevo abrazado a nosotros... bajando... Hablando de tu familia, de tus amigos, de tu hermano al que tanto quieres. Siempre, siempre te veo en la playa: de día, soñando mirando las olas; por la tarde, dibujando un círculo a tu alrededor con las cáscaras de las pipas; por la noche, recogiendo mis zapatos lanzados muy, muy lejos con la fuerza del desamor y, cómo no, secando mis lágrimas ese primer y parte del segundo año.
Sería difícil no imaginarte en cafetería, donde comenzamos a conocernos, tomando esos cafés y luego tantas cervezas...a veces demasiadas... Recuerdo el humo de tu cigarro escapando de tu boca mientras leías el Sport y vociferabas con Toné sobre algún tema del cual sabías que saldrías perdiendo...porque era Toné...
Incluso te recuerdo amando intensamente a quien no esperabas, a tu Paloma, la que voló sólo para tí y a la que tanto te costó admitir que habías encontrado, porque eras demasiado joven para querer...pero no para quejarte a ella mientras duró nuestro caminar.
Te veo también repleto de sonrisas y carcajadas, algunas a veces se hacían cansadas a mis oídos, por haber explotado tanto una frase ingeniosa. Ahora echo de menos ese cansancio y pienso en aquellos momentos en los que parecía que yo te importaba más que cualquiera, porque era tu amiga, y te quería más de lo que tú a veces te negabas a entender...
Tendiéndote la mano, un día cualquiera, sólo a tí... (cuando quieras)
A Andrés lo recuerdo ligeramente azulado, difuminado en sus detalles y duramente perfilado en la mayoría de sus rasgos. Lo recuerdo diferente, intensamente atrayente y siempre vestido de negro, incluso regañándome cuando parecía haberlo abandonado en mi mundo de color. Enamoradizo hasta la médula, recuerdo la casualidad que nos unió y que a mitad del viaje me abandonó, aunque parece que a tí aún te acompaña, vestida de sol...
Lo recuerdo envuelto en una canción de los ochenta, tatareando una canción de Sabina o hablando de Calamaro y los Rodríguez con los ojos llenos de nostalgia, pincelados de un entusiasmo del que no ha vivido un tiempo irremplazable, del que se ha equivocado de día al nacer y ya no puede dar marcha atrás.
Lo recuerdo bajando...subiendo...volviendo a bajar... subiendo de nuevo abrazado a nosotros... bajando... Hablando de tu familia, de tus amigos, de tu hermano al que tanto quieres. Siempre, siempre te veo en la playa: de día, soñando mirando las olas; por la tarde, dibujando un círculo a tu alrededor con las cáscaras de las pipas; por la noche, recogiendo mis zapatos lanzados muy, muy lejos con la fuerza del desamor y, cómo no, secando mis lágrimas ese primer y parte del segundo año.
Sería difícil no imaginarte en cafetería, donde comenzamos a conocernos, tomando esos cafés y luego tantas cervezas...a veces demasiadas... Recuerdo el humo de tu cigarro escapando de tu boca mientras leías el Sport y vociferabas con Toné sobre algún tema del cual sabías que saldrías perdiendo...porque era Toné...
Incluso te recuerdo amando intensamente a quien no esperabas, a tu Paloma, la que voló sólo para tí y a la que tanto te costó admitir que habías encontrado, porque eras demasiado joven para querer...pero no para quejarte a ella mientras duró nuestro caminar.
Te veo también repleto de sonrisas y carcajadas, algunas a veces se hacían cansadas a mis oídos, por haber explotado tanto una frase ingeniosa. Ahora echo de menos ese cansancio y pienso en aquellos momentos en los que parecía que yo te importaba más que cualquiera, porque era tu amiga, y te quería más de lo que tú a veces te negabas a entender...
Tendiéndote la mano, un día cualquiera, sólo a tí... (cuando quieras)
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