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Sonrisas y lágrimas

Sonrisas y lágrimas Es curioso que contra más aprietas un puñado de arena, más se te escapa de las manos. Contra más quieres aferrarte a algo, más te cuesta permanecer ahí, se te escurre entre los dedos...

Quiero irme a una ciudad porque tengo la necesidad de escaparme, de huir del mundo. Y sin embargo, no quiero irme por los momentos que me voy a perder y, sobre todo, porque pierdo a muchos de los protagonistas de esos momentos.

Pero siempre sobra algo, siempre hay que prescindir de ciertas cosas, porque es imposible que en la mano se quede toda la arena que cogiste en el primer puñado.

...Y cuando la abrí, a pesar de todo, me dí cuenta de que aún tenía ganas de huir al país donde las sonrisas se mezclan con las lágrimas...qué ironía, ¿no?

Un puente de cuento de hadas

Un puente de cuento de hadas Envuelto en ese peculiar aire de neblina propio del Londres más profundo, el puente de San Carlo consigue enamorar en el sentido más estricto de la palabra...
Nunca olvidaré la sensación de pasear por encima de él. Es como desfilar en una pasarela en la que los bohemios se distribuyen con un desorden tan logrado que no consigue romper la armonía. El equilibrio se sostiene en el mismo aire que se respira. Quien haya paseado por Montmâtre o cualquier calle de París lo sabe, quien haya paseado por Praga, también. Las estatuas fragmentan la horizontalidad, la sensación de infinito y le dan el toque majestuoso y palaciego, incluso lúgubre se podría decir.
En su lateral derecho, consigo ver pulular las luces de la ciudad en la lejanía y cómo salpican graciosas la superficie del río que se extiende ante mí. Ante tal ajetreo de ir y venir de personas, consigo abrirme un hueco y apoyar mis brazos en sus muros. Intentando descifrar las pinceladas que las luces y la luna han dibujado pero, de repente, me sorprende una explosión de color: un fuego artificial. Y otro, y luego otro. Un instante mágico en el que parece que te sientes en plena armonía contigo misma, con el entorno, en el que realmente todo parece que se ha paralizado para siempre, que ya no hay 'más allá' de ese momento, como si hubieses encontrado el concepto eternidad. Todo es perfecto: La perfecta brisa veraniega, el ligero rumor del agua y la bruma cada vez más mitigada...

Creo que fue el momento más romántico que he tenido en mi vida...aunque no pude compartirlo con nadie. Bueno, conseguí compartir un deseo con San Wenceslao, después de una lucha encarnizada con varios japoneses armados con sus cámaras fotográficas, como manda la tradición. El deseo se me cumplió casi al instante.
Y al día siguiente fui a agradecértelo, y a despedirme con un 'Hasta pronto'. Bien temprano. Cuando aún ni el sol había despertado y los primeros dibujantes esbozaban tu rostro.

Aún me pregunto por qué de toda aquella larga cola de turistas, mi deseo fue uno de los elegidos, incluso puede que el único.
....Y a veces pienso que quizá se debió a que puede que fuese la única de todo aquel bullicio que se paró a contemplar la verdadera magnitud de ese puente.

Comienza el Camino: Presentación del cuaderno de bitácora

Comienza el Camino:  Presentación del cuaderno de bitácora Ya hace casi dos meses que comenzó el caminar. Casi dos meses desde que mi mejor amigo (al que llamaremos Alberto, su pseudónimo en "Vértigo") y yo iniciamos ese inolvidable paseo que es el Camino de Santiago, para encontrarnos más tarde con dos buenos amigos en Lugo y continuar hasta Santiago.
Fueron dos semanas de conversaciones sinsentido, de anécdotas irrepetibles, de más de un susto, de carcajadas, de cansancio con merecidos descansos, de encuentros (y reencuentros), de sabores por probar, de lugares por conocer, de caminos por andar... Porque por muy trillado que estén los versos de Machado cantados por Serrat: "caminante no hay camino, se hace camino al andar...".
Nosotros lo dibujamos, distinto al de los demás. No sólo íbamos dejando huellas por donde caminábamos, sino que cada lugar se introducía dentro de nosotros sin darnos cuenta, como las piedrecitas de los zapatos, con sus gentes y paisajes. Paisajes que jamás se repetirían bajo la misma mágica luz, ni tendrían ese soplo de brisa perfecto con que yo los vi.
Cuaderno de bitácora:
Día 9 de septiembre. Punto de partida: Santander.

... pero eso será otro día...